En que la destrucción y degradación del medio natural es gravísima y creciente, estamos de acuerdo todxs. En que los miles de nuevos compuestos químicos, nuevas tecnologías, transgénicos, … son experimentados sin control y sus consecuencias son imprevisibles y serán graves, también. La imparable depredación que sufren los ecosistemas, su destrucción, en muchas ocasiones total e irreversible, es inherente al capitalismo, a su necesidad ilimitada de reproducción económica y al modo de vida imperante en el Norte, de consumo compulsivo y continua creación de falsas necesidades que satisfacer. Esta es la base del concepto pervertido de “cali dad de vida”, sustentado, entre otros pilares, en la proliferación de productos de baja calidad en esta sociedad de la obsolescencia programada: consumibles de cada vez más corta vida, de usar y tirar, fabricación casi directa de residuos de efímera o nula utilidad…
Nuestros alimentos, cada día peores y más contaminados e insanos, atraviesan el mundo para llegar a nuestro plato. Ahora quieren que además sean transgénicos. La percepción de las maldades de este modo de vida, que nos recompensa con enfermedad, dolencias físicas (cánceres, alergias, …) y el sufrimiento psíquico de llevar una existencia que no nos satisface, sobre la que hemos perdido el control solo para el beneficio ajeno y que se manifiesta en depresión, ansiedad y todo tipo de trastornos del alma, va a mayores, cada día más gente comprende que se ha llegado demasiado lejos y que esto hay que atajarlo, pero… ¿cómo? La promoción y el consumo de la producción ecológica, la resistencia a los transgénicos y las obras faraónicas,… denuncian, pero ¿qué es lo que queremos? La opción individual protegerá, sin duda, nuestra salud, pero no hará de nosotrxs más que consumidorxs verdes, un nuevo mercado para el sistema, y punto. La agricultura ecológica va a ser adoptada por necesidad, bajo riesgo de agotar los suelos hasta hacerlos improductivos, cosa que no inte resa. Las mismas multinacionales que ofrecen los fitosanitarios convencionales venderán los insumos para el cultivo ecológico que, en casos como el olivar extensivo, sigue empobre ciendo inexorablemente el suelo.
El único que tiene aspiraciones y voluntad real, posibilidad de parar esto, es el revolucio nario, y ha de hablar sin complejos de desurbanización, de desmantelamiento de infraes tructuras, contra el vehiculo privado, contra el consumismo azul o verde, contra la partici pación en política (en el peor sentido de esta palabra),... Ha de sustentar valores contrarios a los de la dominación: apoyo mutuo, solidaridad, lo común, la austeridad, lo sencillo, la autenticidad,…Y ha de superar con absoluta naturalidad, cuando lo crea estratégicamente conveniente, los límites impuestos a la protesta por el enemigo.
Coherencia y beligerancia son el camino en cuyo transcurso habremos de dotarnos de las herramientas que nuestra labor precise.Acometer hace vencer.
Aclaramos que no menospreciamos ni negamos valor del trabajo de muchas personas en mu chas asociaciones, pero es menester que este se inscriba, se comprenda, dentro de un proyecto global revolucionario, para que sirva al interés común.